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FONDO MEXICANO DE LA

BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA

Documento No. 393

Censo de población

 

                                                                                                             Brígida von Mentz

CIESAS

 

ESTUDIO INTRODUCTORIO

 

El manuscrito que está registrado como documento 393 en la colección mexicana de la Biblioteca Nacional de París es el fragmento de una lista o matrícula de casas (hoy diríamos un censo) en idioma náhuatl elaborado probablemente hacia 1540 en la región del actual estado de Morelos y de la ciudad de Cuernavaca, antes denominada Cuauhnahuac.  El documento forma parte de un grupo de registros escritos en grafías latinas de habitantes de esa zona y sus tributos, que se encuentran en distintos archivos del mundo. Su importancia radica no sólo en su rica y única información sobre la vida de las familias indígenas en esa época, sino también en su valor lingüístico, ya que se trata de los primeros testimonios de esta lengua indígena escritos a la manera europea.

El objetivo de este estudio introductorio[1] es presentar las características generales de estos censos en nahuatl, así como los criterios utilizados para la paleografía y traducción del documento. Además, se discutirán muy brevemente algunos problemas de traducción  relacionados con el contenido económico y social del documento.

 

1. Los censos de Morelos y las características específicas del documento

El documento original, del que el manuscrito 393 es sólo un fragmento, debió ser sumamente amplio, pues en él se registran, casa por casa, los habitantes de toda una región, anotándose el nombre del que preside la unidad doméstica, el nombre de su mujer y de sus hijos o los de sus parientes que viven en la misma casa, además de la cantidad de tierras de cultivo que posee y el tributo o contribución que paga. En ninguna parte se menciona de manera explícita lugar y fecha en donde fue elaborado el documento. Como en cada casa se anota que deben dar servicios en Cuauhnahuac, y, además, se menciona el “Marqués” como receptor último de los tributos, queda fuera de duda que se trata de poblaciones cercanas  a la actual ciudad de Cuernavaca y comprendidas dentro del Marquesado del Valle de Oaxaca. Además, se puede suponer que fue elaborado durante la vida del conquistador, pues por los numerosos litigios que Hernán Cortés tuvo contra sus rivales, que lo acusaban de gozar del tributo y el trabajo de más indios de los comprendidos en los privilegios que le otorgó la Corona en 1529, se mandaron hacer muchas cuentas de sus vasallos y de los tributos que pagaban entre los años 1535 y 1544. Afortunadamente existen y se han conservado distintos fragmentos y censos completos de varias jurisdicciones del marquesado, todos ellos en nahuatl. El manuscrito 393 es uno de ellos. Está escrito en papel amate (ficus) y con tinta probablemente de huizache, aunque aún no se han hecho estudios detallados del material con que fue elaborado. Llama la atención el gran tamaño de las fojas (42 x 25 cm) y lo hermoso de las letras, que dan la impresión más de haber sido pintadas que escritas.

Los censos más completos y amplios que forman parte de este corpus se encuentran en el Archivo Histórico de la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología y algunas partes de ellos ya han sido publicadas. Se trata de los censos de Tepoztlán parcialmente publicados por Ismael Díaz Cadena con una traducción al castellano (Díaz Cadena, 1978). También los de Molotla, Tepetenchic y Panchimalco ya fueron publicados en 1982 con una traducción al alemán por Hinz et al. (Hinz et al., 1982). El censo de Quauchichinola fue publicado en 1993 por Sarah Cline con una traducción al inglés (Cline, 1993). Estos dos últimos autores publicaron estudios introductorios a los censos. Así, Hinz y sus colaboradores subrayan los temas de la crisis demográfica que se vivía en la década de 1540; también analizan la relación entre la tierra que ocupaba cada casa, el tributo y la estratificación social. Cline, en cambio, destaca el problema de la evangelización y del bautismo de la población indígena, entre otros temas. Pedro Carrasco había mencionado ya en las décadas de 1960 y 1970 la importancia de estos censos. Realizó un análisis pionero de una parte inicial del censo de Molotla en un trabajo que denominó “Casa y hacienda  de un señor tlauica” y se refiere a los censos en sus estudios más generales  (Carrasco, 1972, 1976a, 1976b) Otros análisis etnohistóricos que se refieren a estos materiales han puesto de relieve el valor de estas fuentes para estudios lingüísticos o demográficos más detallados. (Lockhart, 1992, Mc Caa, 1996)

El manuscrito 393 se refiere a los habitantes de parcialidades, barrios y sub-barrios de nombre Calnavac (hoy lo escribiríamos Calnahuac) y Colvacan (Colhuacan) donde el funcionario o mandón de nombre Agustín recogía el tributo. Se mencionan también  lugares como Tlapalan, Tenantitla, Tlacochcalco, Olac e Ixtlahuaca y otros poblados vecinos. Es de especial interés que estos lugares se mencionan en los manuscritos Am.3 y Am.8 en la biblioteca Jagiellowska, de Krakovia, de tal manera que con esos fragmentos que están en Polonia se complementan precisamente éstos del manuscrito 393 de París (cfr. Mentz, 2003).

Todas estas poblaciones son difíciles de localizar hoy, pues esos topónimos son muy comunes en el sur del valle de México y en la región del actual estado de Morelos. Lo más probable es que se trata de poblados en Tepoztlán, Yautepec o el sur del actual poblado de Cuernavaca. Muchos quedaron abandonados durante el siglo xvi, cuando desaparecieron numerosas demarcaciones o perdieron su nombre como asentamientos separados. Ante la crisis demográfica ocurrida en las décadas de 1540 y 1570 muchísimos parajes quedaron despoblados. A mediados de ese siglo o a principios del siglo xvii, los habitantes de la zona que lograron sobrevivir ante las epidemias fueron obligados a congregarse en ciertos pueblos, que son los que perduraron hasta la actualidad. A partir de esa época, además, se dieron una gran cantidad de mercedes de tierras a nuevos protagonistas que fundaron ranchos y haciendas en esta región, por lo que las antiguas denominaciones de parajes, barrios y parcialidades desaparecieron o quedaron incorporadas a nuevas entidades.

Los fragmentos de censo indígena que tenemos ante nosotros revelan una práctica antigua de llevar padrones de la población y cuentas rigurosas de sus tributos. Como la entrega de contribuciones o impuestos a los señores estaba relacionada con la cantidad de tierra que cada jefe de familia había obtenido por asignación o herencia, toda casa y familia debía estar empadronada. Estos censos se elaboraban, por lo tanto, para llevar cuenta exacta de los tributos que había que recoger y de las tierras disponibles de cada pequeña parcialidad, de cada  barrio mayor, cada poblado y ciudad.

Otro tipo de fuentes del siglo xvi, como las pictográficas, también presenta, dentro de otros contextos, las mismas enumeraciones de tierras y tributos, por ejemplo el Códice Vergara, el Santa María Asunción y el Otlazpan. Esos documentos son los que tienen mayor semejanza con el texto de nuestros censos, además de otros como el Memorial de Tepetlaostoc y el llamado de Tepoztlán ubicado en Tulane. Todos ellos hacen alusión a la forma precisa de pago de tributo de ciertos individuos o a la cuenta detallada de los poblados (cfr. Williams, 1984, 1988; Harvey, 1986; Leander, 1967; Valle, 1993; Brotherston, 1999). Dan razón de la existencia de esta práctica de llevar censos rigurosos en escritura indígena (pictográfica) probablemente desde época anterior a la Conquista.

Los datos contenidos en estos censos se corregían conforme era necesario, por ejemplo, cuando nacían hijos, cuando moría algún miembro de la familia o cuando se mudaba una familia a otra parte y dejaba sus tierras, o cuando nuevos inmigrantes de otras parcialidades llegaban. Es probable que los documentos como éste, eran revisados cada dos o tres años, anotándose cómo se habían modificado las familias por muerte o por nacimientos de nuevos miembros. Eso se percibe con mucha claridad en este manuscrito 393, pues en una familia se menciona que recientemente tres hijos habían nacido que no habían sido anotados aún (casa {50}sección{d}). Los revisores de estas matrículas de familias colocaron en el caso del ms. 393 una gran “R” después de cada casa. Por lo general esas “R” se colocaban cuando un documento había sido registrado, por lo que se desata la abreviatura como R[egistrado] (cfr. Ramírez Montes 1990: 70). También se observan las anotaciones que los revisores hicieron al final de cada familia mencionada en los casos en los que hubo cambios o cuando se muda toda una familia. Incluso se pueden observar correcciones mayores, por ejemplo, pegando papel encima de una foja, como se ve en la foja 12v, o como en la 18v, en la que se puede observar que con una fina navaja se cortó de otro censo la descripción de una familia y se pegó cuidadosamente en este censo, de tal forma que las casas {76} y {77} en esa foja están añadidas pegándose toda la media hoja de papel amate sobre la foja.

Una peculiaridad estilísitica  que se observa en todos los fragmentos de estos censos es que cada casa inicia con una pequeña marca diagonal del lado izquierdo que muestra el inicio de una nueva casa censada. En algunos fragmentos esta pequeña diagonal está más elaborada (por ejemplo, en los que custodia el inah) y en otros menos. En el manuscrito 393 es una pequeña raya solamente, como se puede observar en el facsimilar de este CD.

 

 

2. Foliación y criterios utilizados para la propuesta de paleografía

 

El documento que ahora se publica consta de 36 fojas y registra más de 160 unidades domésticas. El manuscrito no está foliado correctamente, lo que puede percibirse por su contenido, pero también por las perforaciones de polilla y otras marcas físicas de las fojas. Aunque se publica en esta forma, el lector comprenderá mejor su contenido si sigue el orden correcto marcado en el siguiente cuadro.

El lector podrá observar que el documento consta, de hecho, de tres fragmentos muy mal foliados, lo que a primera vista confunde. En realidad, la parte más completa se refiere a una lista de casas de 33 fojas, o sea, las que corresponden a Calnahuac y Colhuacan. Los dos fragmentos muchos más pequeños, que se refieren a Olac y a Ixlahuaca, son partes incompletas de otros censos extraviados y que no están en la bnf, pero, como ya se dijo, los manuscritos Am.3 y Am.8 en la biblioteca Jagiellowska, de Krakovia, complementan estos fragmentos (cfr. Mentz, 2003).

 

CUADRO  FOJACION Y ORDEN  SEGUN EL CONTENIDO DEL

MS 393

 

LISTA DE CASAS NUMERADAS EN ORDEN CORRECTO

FOLIACION DEL MS 393

CONTENIDO

Casas de Ixtlavaca

Ixtl-1     hasta    Ixtl-4

ff. 1, 1v

Inicia el primer fragmento del censo de un tercer barrio llamado Ixtlavaca. Inicia numeración corrida de todas las casas contenidas en el Ms. Casa {1},{2},{3}, etc.

Cuatro casas más de Ixtlavaca.          Ixtl-?

ff. 2, 2v

Inicia un segundo fragmento del censo del barrio Ixtlavaca, no es la continuación directa del fragmento anterior.

Casas de Calnavac

CA-1      hasta  CA-2

f. 4

Inicia censo de Calnavac, donde gobierna Agustín. La f. 4v está en blanco.

CA-1bis hasta  CA-4

ff. 5, 5v

Se repite el contenido de la f. 4r y continúa el censo de Calnavac, una veintena completa.

CA-4      hasta   CA-9

ff. 34, 34v

 

CA-10    hasta   CA-15

ff. 28, 28v

 

CA-16    hasta   CA-20

ff. 29, 29v

 

Casas de Colvacan y sus barrios

COL-1   hasta   COL-5

 

 

ff. 30, 30v

Inicia Colvacan. Primera veintena de

casas.

COL-5   hasta   COL-10

ff. 31, 31v

 

COL-10 hasta   COL-14

ff. 32, 32v

 

COL-14 hasta   COL-18

ff. 27, 27v

 

COL-19 hasta   COL-23

ff. 33, 33v

Inicia primer barrio o calpuli Tlapalan.

COL-23 hasta   COL-27

ff. 3, 3v

 

COL-28 hasta   COL-32

ff. 6, 6v

 

COL-33 hasta   COL-37

ff. 7, 7v

 

COL-37 hasta   COL-42

ff. 8, 8v

Inicia segunda veintena.

COL-42 hasta   COL-47

ff. 9, 9v

 

COL-48 hasta   COL-51

ff. 10, 10v

 

COL-52 hasta   COL-55

ff. 11, 11v

 

COL-56 hasta   COL-61

ff. 12, 12v

 

COL-61 hasta   COL-64

ff. 13, 13v

 

COL-65 hasta   COL-68

ff. 14, 14v

 

COL-68 hasta   COL-72

ff. 15, 15v

 

COL-72 hasta   COL-78

ff. 16, 16v

Inicia tercera veintena.

COL-78 hasta   COL-84

ff. 17, 17v

 

COL-84 hasta   COL-89

ff. 18, 18v

 

COL-90 hasta   COL-94

ff. 19, 19v

Inicia  vicpaleca  Tenantitla, nueva veintena, recaudador es Antón quien entrega a Agustín.

COL-95 hasta   COL-98

ff. 20, 20v

Inicia veintena.

COL-98   hasta   COL-102

ff. 21, 21v

 

COL-102 hasta   COL-107

ff. 22, 22v

 

COL-107 hasta   COL-112

ff. 23, 23v

Inicia Tepententich Tenantitla.

Empieza a recolectar el tributo Juan quien lo entrega a Agustín.

COL-113  hasta   COL-117

ff. 24, 24v

Nueva veintena. Sigue recogiendo Juan.

COL- 118 hasta   COL-123

ff. 25, 25v

 

COL-123  hasta   COL-127

ff. 36, 36v

 

COL-127  hasta   COL-133

ff. 35, 35v

Termina veintena en la que recoge Juan para

entregarla a Agustín.

Casas de  Olac

OLAC- 1 hasta

OLAC- 5

ff. 26, 26v

Inicia Olac. Fragmento de censo.

Incluye solamente cinco casas.

 

Hay que notar que en la f. 33 del documento, según la foliación de la bnf, existe una anotación “Barón Conde Martin Corchan”, quien en algún momento debió haber sido un coleccionista que poseía el documento y en la foja 5 así como en la 36v hay un sello de color rojo con águila coronada de la “Bibliotéque Imperial”.

Es evidente que distintos amanuenses participaron en la realización de aquellas partes del censo que han llegado a nosotros conformando el documento 393 de la Biblioteca Nacional de Francia. Para la paleografía de este documento se siguieron las reglas de desatar las ligaduras y marcarlas siempre entre corchetes, por ejemplo “q[ui]nechicova” por “q’nechicova” o “M[art]in” por “m.in”. Los nombres propios de personas y los topónimos se escribieron con mayúsculas (tlalli, nombre de un jefe de familia, se escribe Tlalli, casa {14}, párrafo {a}, ixtlahuaca se escribe Ixtlahuaca). En algunos casos no es fácil decidir si se trata del nombre propio de un lugar o sólo de su descripción genérica. Por ejemplo, se presta a una discusión calpulpan, como aparece en las casas {47} {d}, o {111} {d} y puede entenderse como poblado, barrio o solar de casas. En los lugares donde se presentan dificultades en la paleografía  o en la traducción se comenta en notas al pie de página.

Las tildes que usaron los amanuenses del siglo xvi con profusión significan abreviaturas  y, como observará el lector del documento en su facsímil de este ms. 393; las marcaban en el documento como un apóstrofo al lado de la letra o como un pequeño acento ^ o como una pequeña línea sobre una letra o sobre dos. En estos últimos dos casos se refiere, por lo general, a una o dos “n” omitidas; pero también ocurre con frecuencia que los amanuenses omitieron por completo dicha “n”. En otros casos también sucede que algunos escribas se hayan inclinado por una sobrecorrección, al  incluir más de las necesarias, por lo que no se respetaron en la paleografía. Ante estas numerosas ambigüedades, y con el objetivo de proponer una lectura del nahuatl y explicar mejor por qué se optó por determinada traducción, se incluyen numerosas “n” entre llaves {n} que facilitan la comprensión del texto en nahuatl. En general en el texto todo añadido se marca con  llaves {}.  Por ejemplo, se completan  palabras como o{n}ca  o como maculti{n} y también se incluyen en algunas ocasiones letras que fueron omitidas por ser contracciones como por ejemplo en matla{c}cali. El criterio que se utiliza para añadir esas letras es el hecho de que en el mismo documento algunos amanuenses sí las incluyen, lo que da la pauta para hacer el añadido que facilita la lectura.

Como se trata de distintos amanuenses, algunos escriben las palabras completas y no las abrevian, lo que ayuda a la reconstrucción de algunas palabras. Por ejemplo, al hablar del tributo que paga un jefe de familia, se utiliza de manera muy frecuente en este documento y y tequivh, pero en la primera casa de la foja 3, se escribe  yn ytequivh..., lo que nos permite añadir siempre las “n” para que queden en la forma y{n} ytequivh.... La primera casa del barrio Tenantitla, casa {43}, puede guiar de manera ejemplar porque el amanuense no abrevió tanto.

Si el estudioso de esta publicación prefiere prescindir de esta propuesta de lectura, puede concentrarse solamente en la edición facsimilar o imprimir la propuesta de paleografía omitiendo todo aquello que esté entre {}, pues con ello elimina adiciones que se hicieron a la presente propuesta de lectura de este texto.

En la transcripción paleográfica se respetaron y dejaron las líneas que propone el texto, porque se piensa que para un estudio minucioso de la forma de dividir las palabras en nahuatl o de terminar una idea este censo puede ser útil.

Como son distintos los amanuenses que escribieron los fragmentos de censo que conforman el manuscrito 393, y como se trata de un periodo muy temprano, aparecen muchas irregularidades a lo largo del texto. Algunos trataron, por ejemplo, de marcar la longitud de los fonemas (en el nombre propio náhuatl Yya[n]qui, por ejemplo, casa {55} sección {a}) o de expresar en forma explícita la aspiración (', h, etc) . Hay inconsistencia también en el uso de  la u o v, en el uso de la c, V,  z  por ejemplo al escribir civatl , Vivatl , zotl, Votl, etc., así como en el uso de abreviaturas o de la ua (ypilvan, ypilhuan) entre muchos otros. Todas esas irregularidades no se unificaron en la paleografía. Se trata de inconsistencias que aparecen de la misma manera ambigua en el vocabulario de Alonso de Molina.

Como el texto es relativamente temprano –de la primera mitad del siglo xvi– es un  documento que presenta con mucha nitidez los problemas que enfrentaba el indígena hablante del náhuatl, que debía transcribir su idioma ahora en grafías latinas. Hay evidencias claras de titubeos y de la dificultad de escribir ciertos sonidos. Por ejemplo, el sonido “k” que en la región se pronuncia “g” en el caso de “Catalina”,  y se ve un caso donde se inicia  “Gahna” y luego se tacha. También se escribe “Magltan” por Marta, “Margos” por Marcos, Gaspal por Gaspar, etc. Pero igualmente se añaden más “n” a ciertos nombres como “Insabel”, “Angustin” o se marca aun en nombres castellanos el posesivo, como se marca en nahuatl, es decir, eliminando el final de la palabra que designa la palabra poseída. Por todas estas razones hay muchos detalles lingüísticos y culturales  que sin duda serán de especial interés para los estudiosos de estas complejas transformaciones que vivieron los nahua-hablantes de esta época.

En la transcripción de los documentos se respetó la terminación de la línea y se marcaron  las tachaduras ilegibles  (/.../ ) y se mantuvieron las correcciones que se pueden leer (/entre diagonales/), pues pudiera ser de importancia el poder observar los titubeos del amanuense.

Para respetar la forma en la que está actualmente el documento en la bnf, se propone aquí una numeración consecutiva de las casas, respetando su foliación, aunque sea incorrecta; además se añaden numeraciones correspondientes a los poblados mayores. Eso se ve de manera sucinta en el cuadro Fojación y orden antecedente. Además, para resaltar el orden interno que tienen este tipo de documentos censales, se incorporan letras para marcar el contenido específico de cada casa. Es decir, se dividió internamente cada casa en los párrafos {a}, {b},  {c} y {d}  que  marcan cierto tipo de información:

a. Información sobre el número y parentesco de personas que conforman la unidad doméstica. Nombre del que preside la unidad doméstica y de su mujer, sus hijos –añadiendo la edad del hijo mayor–, los nombres de los demás parientes que viven en dicha unidad

b. Información sobre las tierras de cultivo de que dispone y contribución que corresponde a esa unidad doméstica: tamaño de la tierra para cultivar que tiene en usufructo y la cantidad de contribución o tributo que paga, tanto de la contribución llamada tlacalaquilli  (lo que se encierra o guarda en un edificio o una casa, que se refiere siempre  a ciertos textiles), el llamado tetlacualtilli (que en traducción literal sería “comida para la gente”, pero se refiere a otros textiles o mantas) y la entrega de textiles de mano menores llamadas nemapopovayan así como finalmente cacao, huevos, maíz desgranado y servicios que se debían hacer en Cuernavaca.

c.  Información sobre el funcionario responsable de la recolección de la contribución. El nombre del mandón que recoge en dicha casa esas contribuciones y descripción exacta sobre si él mismo se las lleva al marqués, o si las entrega a otro funcionario superior, quien es el que finalmente se las entregaría al conquistador, o a quien estuviere en su lugar.

 d. Información sobre cambios en el número de personas que conforman la familia, ya sea por nacimiento, muerte, cambio de domicilio, etc. En algunos casos, los censores o los funcionarios que revisaron el censo añadieron comentarios que siempre aparecen en letra más pequeña. Indican al final del registro de una casa que se han marchado los que vivían en ella,  que ha nacido un niño más, se ha casado un hijo o han dividido la casa en dos. Esos comentarios dan dinamismo temporal al registro censal, pues se pueden observar los cambios ocurridos en la vida de algunos integrantes de las unidades domésticas y el nombre de los barrios o parcialidades adonde se mudaron.

Así, en la transcripción paleográfica en lugar de numerar cada párrafo del documento, se numeró cada casa y se marcaron sus secciones. Cada casa tiene por lo tanto la siguiente estructura

 

{número consecutivo}

{número de casa del poblado al que pertenece}

{a} nombre del jefe de familia y sus miembros

{b} tamaño de su sementera y cantidades de contribuciones que entrega

{c} funcionario que recoge esas contribuciones

R[egistrado]  señal de haberse registrado o contado en otro documento esa familia

{d} cambios ocurridos en esa familia por haber nacido, muerto o haberse mudado alguien.

 

Es importante seguir la lista de la foliación correcta del cuadro Fojacion y orden, para poder identificar así, en caso de ser posible, las casas de cada uno de los barrios o barrios menores que quedan registrados y conforman este censo. Con esa sistematización del texto del documento, esperamos que el estudioso interesado en este censo pueda encontrar con rapidez el contenido específico que le interesa y pueda citar el párrafo correspondiente con agilidad. Por ejemplo, al hablar de la mención de una familia en la cual el hijo de veintidós años vive o trabaja en el convento, teopan nemi (casa{55}, sección {a}), o el hecho de que una familia no pague ningún tributo, atle quitequiti (casa {47} sección {b}); en otro caso, para hablar de los dos mandones que recogen los tributos en determinadas casas de una misma región, del recaudador local de tributos Antón, subordinado a otro funcionario de mayor jerarquía, Agustín, se puede hacer la referencia  simplemente a:   ms. 393, {91}{c}, {93}{c} y así sucesivamente.

 

3. La traducción de algunos términos censales en la lengua náhuatl

Para realizar la traducción se ha seguido como guía principal el Vocabulario del franciscano Alonso de Molina, así como las traducciones ya existentes de otros censos  y fragmentos similares de la misma región y época.

El objetivo central de este documento, la razón por la que fue elaborado, radica en contar el número de habitantes, las tierras que cultivan y los tributos que pagan en cada zona controlada por determinado recaudador y mandón. Por este motivo los temas centrales se refieren al número de personas que viven juntos y  su  parentesco, cantidades de tierras, y objetos que se tributan, el tipo de servicios o trabajos que deben realizar. Así, ciertas palabras en torno a los que giran estos temas resultan clave para el censo y es importante la decisión de cómo se traducen, pues se repiten constantemente. Ellas ameritan una breve discusión.

Cada casa termina con una suma de los habitantes de ella. (Se dice, por ejemplo: “son diez los que conforman o están dentro de esa unidad doméstica”, lo que sería quizá literalmente la traducción más cercana a  matlactin acticate yc cencaltin). En todos los casos se usa el término cencaltincencalli (cencali), término que Molina propone para “familia”. Sin duda se trataba en términos amplios del concepto de familia que incluye a parientes y también a sirvientes o criados (en el sentido castellano del siglo xvi). En ese caso podemos pensar que se utilizaba el concepto de la misma forma como en época romana “familia”. Hemos seguido por lo tanto en esto al franciscano Molina para la traducción del término cencali como “familia” o sea, los que viven bajo un mismo techo.

En el censo se utiliza para el inicio de cada nueva unidad doméstica “esta es la primera casa, calli”, la segunda, la tercera y así sucesivamente. En este caso podemos pensar que se refiere a una  vivienda en su sentido físico, como edificación y construcción. Recinto en el que moran distintas personas con o sin parentesco sanguíneo, pero que se considera una unidad. Es significativo que, por ejemplo en el censo del poblado de Molotla, de la misma zona y época, se utiliza en ese lugar chan, hogar. En este caso podemos analizar calli de nuestro documento de manera más analítica o sociológica como unidad doméstica o unidad de patio,[2] porque podría constar de una sola o varias construcciones. Decidimos traducir calli simplemente como casa.

Por lo general se ha traducido el término tlacallaquilli  como tributo o como tributo en especie. Es notable que, al parecer, se refiera siempre a textiles. En ese sentido podemos pensar que la contribución en textiles estaba sumamente uniformada, pues todas las casas entregaban textiles de cierta clase, en forma de lienzos (zotl) –dado que eran elaborados en telares de cintura– siempre iguales, que unidos daban una manta mayor. Molina traduce zotl por “pierna”, pues en el siglo xvi y aún hoy lo registran los diccionarios y se entiende por tal: “tratando de ciertas cosas, la que junta con otras forma o compone un todo, por ejemplo pierna de sábana” (Diccionario de la Real Academia) Hoy en día no decimos que una sábana consta de varias “piernas”, pero sí que consta de varios “paños”, o varios “lienzos”. El término paño, a su vez, se usaba en el siglo xvi sobre todo para las telas de lana, por ello nos pareció que puede confundir el utilizarlo aquí, en un contexto de textiles indígenas elaborados de algodón o, en algunas zonas, de otras fibras vegetales. La palabra más adecuada en la actualidad sería la palabra “lienzo”. Por esas razones para traducir el concepto zotl y señalar piezas que juntas componen un todo, se optó por la palabra “lienzo”.

Las mantas compuestas de cuatro lienzos que se entregaban como tributo denominado tlacalaquilli se podían guardar, almacenar, eran símbolo de riqueza, unidad de cambio mercantil y tenían importancia ritual. Se trataba de una riqueza almacenada en los palacios gubernamentales ya sea de señores locales o provinciales. Por lo tanto, sugiero que es útil el término “contribución de almacén” para tlacalaquilli, haciendo referencia a la idea de que las mantas se metían o “encerraban”, como dicen numerosos documentos de la época, en edificios, en contraste con otros tributos que no se almacenaban. Cuatro zotl o lienzos de estas mantas conformaban una manta, como apreciamos con mucha claridad en las pictografías del Códice Kingsborough.

Los textiles eran unidad de tributo en todas las regiones conquistadas por la Triple Alianza. En los recuentos imperiales de contribuciones y también en listas de tributos de zonas como la de los estados actuales de Guerrero y Oaxaca, elaborados para otros fines,  las cargas o hatos de tamaño estandarizado de textiles se representan como una unidad perfectamente definida de tributo entregado a las autoridades  por las provincias o pueblos específicos (cfr. Mohar, 1987, y el fragmento Humboldt del Códice Azoyú o el Códice Kingsborough, entre otros.)

Más difícil es comprender o traducir los otros términos que designan los distintos tributos muy específicos y estandarizados en el México Antiguo. El tributo llamado “alimentos para los señores, o para la gente”, tetlacualtilli, no se consigna ya en Molina. A diferencia de su significado literal (comida para la gente) también se trataba de una contribución en textiles que, al  igual que las del tlacalaquilli,  se pagaban en lienzos o paños que componía una unidad textil mayor, pero que tenía un valor también claramente normado. De esta manera podía servir de dinero, o de medida de intercambio, probablemente incluso un sólo zotl, para compras cotidianas de menor cuantía. En el censo publicado por Hinz, se mencionan dentro del tributo tetlacualtilli, las tequi-cuachtli o mantas de tributo e intercambio. No tenemos hasta ahora, sin embargo, mayores explicaciones de cómo se confeccionaba este textil y de sus medidas, aunque, sin duda, eran menores que las mantas de la contribución de almacén. Conservamos por ello el término y designamos la contribución como “tributo llamado tetlacualtilli”.

Otra contribución, también medida en textiles llamada nemapopovayan la traduce Molina como toallas, es decir, se trataba de textiles más pequeños, que podían servir para limpiar, secar las manos, para servir las tortillas o como pequeños manteles o servilletas. También este tributo se entregaba en forma de lienzos o zotl. Estos tributos no se almacenaban sino probablemente formaban parte de entregas a los señores en sus palacios. Por esa razón preferimos el término servilleta. El actual uso de toalla para telas afelpadas  alude a un textil moderno que no se conocía en aquel entonces. Por ello, en este caso no seguimos a Molina. Es probable que los tres tipos distintos de tributos en textiles que se mencionan aquí tuvieran medidas diversas.[3]

A este tipo de entregas en textiles que debía realizar cada jefe de familia, se sumaban entregas de verdaderos alimentos, por ejemplo en el censo que aquí publicamos, en cacao, huevos y maíz desgranado. Finalmente, se enlista como parte del tributo que debía dar cada unidad doméstica, el ir a servir o trabajar a Cuauhnahuac:  ontequipanova in Cuauhnavac. Se traduce de manera indistinta ya como ir a “trabajar” o ir a “servir”  como solían designar los españoles en la época esa contribución en trabajo, al hablar de indios de “servicio”.

Algunas casas en las que vivían carpinteros o quienes “cuidaban de las flores” no tenían que entregar tributo en ninguna forma o en forma muy reducida  (atle quitequiti tlaxima, casas {159} {160},  atle tequiti xochipia casas {96} y {97}). Lo mismo sucedía con quienes tenían solamente pocas tierras o eran inmigrantes que acababan de llegar o habían sufrido la muerte de sus cónyuges, de tal manera que la familia se había reducido mucho.

Un problema distinto de traducción e interpretación se relaciona con las medidas indígenas. La primera medida importante que muy pocas veces se menciona de manera explícita es la que servía para designar la unidad de medida de las sementeras. Se sobreentendía que era una medida normada, se trata del maitl o cuahuitl  (o tlalcuahuitl). Al parecer ambas medidas eran las más comunes en la región y época y eran de aproximadamente 2.5 metros, utilizando para la braza la distancia del pie a la mano. La primera palabra designaba la medida y la segunda el instrumento con que se realizaban dichas mediciones de tierra (cfr. Macías, 1989). Se podían utilizar indistintamente, como se puede observar en el censo de Molotla, donde se usa sobre todo el maitl, y en este ms. 393, donde es más frecuente el cuahuitl. Ambas estaban bastante uniformadas en el centro de México para medir las dimensiones de las tierra y es probable que por ello se sobreentendía que de ellas se trataba y no se mencionan las unidades explícitamente, sino en contadas ocasiones. Se puede esperar que, cuando no se menciona, se refería a la unidad normada para medidas de tierra que era dicha braza indígena (cfr. Lockhard, 1992). Cuando se menciona en el censo de manera explícita el cuahuitl o quavitl, se traduce como “vara”, pues equivale a lo que en castellano se medía también con un palo o garrote de medir. Muchas otras cuestiones más relacionadas con estos censos y su rica información no pueden discutirse en este breve espacio y tendrán que quedar abiertas a futuras investigaciones.

 

Para terminar, baste subrayar que se trata de uno de los documentos más antiguos que tenemos en nahuatl escrito en caracteres latinos. Es una muestra importante de cómo la lengua indígena oficial del imperio de la Triple Alianza se convertía en una lengua escrita a la usanza europea. En el caso de este censo se trata de la obra de unos de los primeros indígenas hablantes del náhuatl que aprendieron –probablemente con los religiosos franciscanos y dominicanos–  la forma en la que los europeos se expresaban por escrito y el lector podrá admirar sus grafías alfabéticas, más pintadas que escritas, en el CD. Aunque en este caso del documento 393 todavía utilizaron su propio papel de amate (ficus), y  probablemente incluso sus propios pinceles y tinta, ya vivían en una época en la que debían elaborar sus cuentas, listas de habitantes y tributos en tal forma que sus conquistadores las pudiesen comprender mejor.

 

 

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[1] Agradezco a Karen Dakin sus comentarios a una primera versión de este trabajo.

[2] Este término lo  propone Pedro Carrasco 1972.

[3] Sobre mantas más elaboradas de distintas provincias y sobre sus medidas véase Mohar, 1987.


 
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