FONDO MEXICANO DE LA

BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA

Documento núm. 386

El Códice París

 

 

Laura Elena Sotelo Santos

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Dentro de la colección de Manuscritos Orientales del Fondo Mexicano de la Biblioteca Nacional de Francia, ocupa un lugar preponderante el Códice París. Aunque es un delicado y frágil fragmento, en ese rico acervo es el único documento mexicano elaborado antes de la llegada de los españoles. Es un manuscrito sagrado, cuyo contenido desde la moderna perspectiva sobre los códices corresponde al tipo de libros adivinatorios prehispánicos, y cuya consulta en la antigua sociedad maya estuvo restringida a la alta jerarquía religiosa.

            El 12 de noviembre de 1999 tuve la oportunidad de consultar el original, como parte de mis actividades dentro del Proyecto Amoxcalli. Durante  casi tres horas tuve el privilegio de observar directamente este bellísimo y frágil documento.

            Está resguardado en un estuche de madera, similar a una caja poco profunda de 28 X 29 cm, y cuyas medidas interiores se asemejan a las del códice. El interior está recubierto con terciopelo negro  y un cristal deslizable lo protege, a la vez que permite la observación directa sin necesidad de tocarlo. Al parecer esta cajita es la misma que fue construida ex profeso para la exposición Aztlán, Terre des Aztéques: Images d'un Nouveau Monde,  que tuvo lugar en París en 1976 con  motivo del centésimo aniversario del Congreso Internacional de Americanistas. Durante la exposición los asistentes podían mirar las páginas 20 y 23 del códice.

            Está clasificado con el número 386 del Fondo Mexicano en esa institución francesa, y en las páginas 4, 22-24 tiene el sello Biblioth Nationale, con las siglas Mss con las que se identifican los manuscritos en este repositorio. En la página 8, en el ángulo inferior izquierdo tiene anotado mex. n. 2, pues esa fue su clasificación dentro del citado fondo.

Al parecer, este códice llega entre 1829 y 1831 a la entonces Bibliothèque Imperiale en París, a través de una compra, como parte de las colecciones Baradère o Latour-Allard de manuscritos mexicanos. Según Ramírez, este códice fue adquirido junto con otros 8 manuscritos mexicanos. En 1835 Agostino Aglio lo copió por instrucciones de Lord Kingsborough y sus dibujos hubieran formado parte del volumen X de la obra Antiquities of Mexico de este apasionado investigador inglés. Por esto, podemos afirmar que el "descubridor" de este códice maya fue Lord Kingsborough.

 La primera referencia publicada a este códice se debe, al parecer, al coleccionista francés José Mario Alejo Aubin quien redactó un pequeño texto descriptivo en 1849, que fue citado más tarde en dos ocasiones por Charles Etienne Brasseur de Bourbourg, la primera de ellas de 1853.

La siguiente noticia sobre este códice es del bibliófilo José Fernando Ramírez Álvarez. Este historiador, quizá el primer especialista mexicano en escritura indígena, durante su estancia en París en 1855-1856 hizo un reporte sobre once códices de la Bibliothèque Imperiale. Su cuidadoso comentario comprende una descripción formal, tanto de los materiales, el formato, la imprimatura, los colores y las medidas. 

 

En 1859 se publicaron en París dos artículos sobre este códice, informándole de su existencia a la incipiente comunidad académica de mayistas. José Pérez fue el autor de esas breves notas sobre el códice y sin proponérselo, le dio su nombre a este manuscrito. Al parecer se trata de José María Pérez Hernández, cubano que pasó a México muy joven y que estuvo en París hacia 1858, donde publicó un año después sus informes. Aunque no sabemos por qué viajó José Pérez a París, ni las circunstancias que lo llevaron a consultar el códice y a publicar una de sus páginas, sí resulta claro su interés por dar a conocer la existencia del manuscrito entre los estudiosos.

Glass dice que Pérez conoció la descripción hecha por Ramírez sobre el códice, pues seguramente la consultó en la propia biblioteca. Vale la pena destacar que en uno de sus artículos se refiere a la edición completa del códice París, que entonces estaba en preparación por León de Rosny en su Collection d'aciennes peintures mexicaines.

 

Aunque no tenemos la certeza de que estas notas las conociera el mayista francés León de Rosny, es muy probable que desde entonces tuviera noticia de los dos artículos publicados por Pérez en sendas revistas de París que trataban asuntos americanos: la Revue Orientale et Amèricaine y los Archives de la Societè Américaine de France, ya que en 1856 (a la edad de 19 años) Rosny había publicado su Colecction d'anciennes peintures mexicaines, por lo que los temas sobre escritura indígena le interesaban y seguramente estaba al tanto de las publicaciones que aparecían entonces en París.

En ese mismo año de 1859 León de Rosny situó la bien conocida, aterrorizadora y fantasiosa anécdota del "descubrimiento" del códice. Según narra, precisamente en los Archives de la Société Américaine de France de 1876 encontró el códice entre varios papeles polvosos en un cesto que estaba junto a la chimenea de la Biblioteca Nacional de París envuelto en un papel que decía Pérez, y que tenía escritas palabras en tzeltal. Esta versión, que publicó tres veces, 15 y 16 años después de que supuestamente tuvo lugar, sorprende mucho, y no concuerda con la información de José Pérez, ni con la del propio Rosny de 1860, en su obra Les écritures figuratives et hiéroglyphiques des differentes peuples anciens et modernes. Glass dice que en la página 19, nota 4 de este texto hay una referencia a la publicación que planeaba hacer de este códice en su Collection d'aciennes peintures mexicaines de 1856. No sabemos qué circunstancias llevaron a este estudioso a narrar un descubrimiento ficticio en el Primer Congreso Internacional de Americanistas, pero tal vez, una manera de reconocer que la primera publicación parcial del códice se debió a José Pérez, fue la de denominarlo en su honor "Códice Peresiano", aunque entre los mayistas es común encontrar la explicación que él da de que lo llamó así por la palabra que estaba en el papel que lo envolvía.

Gracias al cuidadoso estudio de Zimmermann de 1954, de Glass de 1975, y a la nueva información que añadió Stuart, se ha destacado el papel que jugaron los historiadores Ramírez y Pérez en la búsqueda y publicación de este códice, a la vez que han abierto una serie de interrogantes sobre el descubrimiento ficticio del códice por León de Rosny. De cualquier manera, podemos decir junto con Zimmermann que "sería más justo darle a León de Rosny el mérito de haber arrancado este tesoro del olvido y haberlo salvado de la destrucción al caer en manos no especializadas."

 

           

            Es importante destacar que se trata tan sólo de un pequeño fragmento realizado sobre una tira de amate que ahora mide 1.43 m de largo por 25 cm de ancho. El papel de amate, fino y delicado, visto de perfil tiene ondulaciones profundas. La tira está doblada en forma de biombo, hoy tiene 10 dobleces, cada uno a 13 cm del anterior, por lo que las 11 secciones internas que resultan dentro del documento convencionalmente se llaman láminas o aún páginas. Una imprimatura blanca lo recubría por ambas caras y sobre ésta se escribió pintando. Parte de este recubrimiento blanco ha caído y únicamente está en la región central de cada página, por lo que el texto que aún se conserva es muy poco y dentro de este muchas partes presentan un lamentable deterioro, que impide reconocer lo que ahí estaba escrito. En la primera y última página la imprimatura se ha desprendido casi del todo; apenas y se distinguen pequeñas porciones de la escritura, cuya identificación ahora es imposible.

En cuanto al contenido, desde el siglo xix se han identificado los principales asuntos que contiene. En primer lugar hay que mencionar un ciclo de katunes en el anverso. Efectivamente, en las páginas 3, 4, y 5 ocupando un lugar muy destacado dentro de escenas muy complejas, se leen respectivamente, las fechas 13 Ahau, 11 Ahau y 9 Ahau, que dentro del sistema calendárico maya empleado en el Posclásico en el área yucateca corresponden a una parte del ciclo de casi 400 años, denominado Rueda de Katunes. Tanto por los textos de los Libros de Chilam Balam, como por  el manuscrito de Landa, podemos inferir que en esta sección del códice se anotaron precisamente los augurios de los katunes. La página 12 de este manuscrito está prácticamente borrada, pero de acuerdo con el orden de los katunes, a ésta le debió corresponder el 8 y se infiere que faltan al menos las páginas 13 y 14, que debieron contener los textos sobre los katunes 6 y 4. Por ello, se ha respetado el lugar de esos dos katunes, y el códice como se conoce desde el siglo xix, no ha tenido esas dos páginas. En otras palabras, se sabe que este códice es en realidad un fragmento, puesto que está incompleta la sección de katunes. De acuerdo con los estudios de la correlación maya cristiana, se ha propuesto que esta rueda de katunes puede corresponder a los años 987-1244 d.C., o bien, de 1244 a 1500 d.c.

            En el reverso, las página 15 a 18 tienen representado al dios C y contienen almanaques presumiblemente adivinatorios; las páginas 19 y 20 se refieren a los portadores de año, y registra una tabla de fechas de 52 años, así como los augurios correspondientes. Tres cuartas partes de la página 21 contiene fechas del calendario de 260 días, mientras que el resto de las páginas 21 y 22 posiblemente forman una sola escena, que tal vez represente el universo. Finalmente, las páginas 23 y 24 se refieren a algún asunto relacionado con el firmamento nocturno, quizás con constelaciones.

 

El Códice París es un caso singular dentro de la colección de documentos pictográficos de la bnf. Es un códice maya, por lo que está escrito dentro de esa tradición de escritura, es de carácter adivinatorio, por lo que sus textos eran interpretados por los sacerdotes durante sesiones específicas al tomar en cuenta los datos de los consultantes, es tan sólo un pequeño fragmento, por lo que hay secciones truncas  y además está sumamente deteriorado de tal manera que ninguna de sus "páginas" tiene el texto completo. Aún así, consideramos indispensable incluirlo dentro del Proyecto Amoxcalli, lo que conllevó varios retos. El más importante fue el de adecuar este códice maya a la metodología desarrollada específicamente para Amoxcalli, es decir, creada para el sistema de escritura del Altiplano Central de Mesoamérica, que por supuesto está estrechamente relacionada con la lengua nahuatl.

            Así, de acuerdo con los lineamientos de Amoxcalli, identificamos cada una de las láminas, siguiendo la numeración convencional empleada por los mayistas desde el siglo xix en la que se infiere al menos la existencia de dos páginas que hoy faltan, por lo que en los estudios sobre el códice se habla de 24 páginas, aun cuando de hecho sólo tiene hoy 22. Siguiendo esa misma convención, a cada una de las secciones en que se dividen las páginas en sentido horizontal, mediante una gruesa línea ocre-rojiza, las identificamos como sección a, b, c, siguiendo un orden de arriba a abajo.

Uno de los problemas más importantes para estudiar este códice es que no es posible reconocer cabalmente ningún almanaque, puesto que en todas las páginas faltan los textos de las orillas, es decir, sólo se ha conservado la parte central, lo que impide estudiarlo pues no está completa la estructura original. Por ello, y siguiendo los lineamientos de Amoxcalli, agrupamos dentro de las secciones  los textos glíficos, los textos calendáricos y los que he llamado los textos figurativos.

            En cuanto a los textos glíficos, cuantitativamente los que suman la mayor cantidad, los hemos identificado siguiendo el catálogo de Thompson, es decir, a cada uno de ellos se le ha asignado el número que le corresponde dentro de esa clasificación, cuyo uso está generalizado entre los mayistas. Los textos calendáricos, los más fáciles de identificar dentro del códice, se componen de los glifos de los nombres de los días, registrados con el número que les corresponde en el catálogo de Thompson, y por otra parte los numerales con el sistema maya de puntos y barras.

            En el caso de los textos figurativos, hemos seguido esencialmente la clasificación de Schellhas que en 1998 retomé para el estudio de los personajes del Códice Madrid.  Esencialmente estamos ante el mismo panteón y pienso que muchos de los personajes animales que aparecen en este códice corresponden a las epifanías de los dioses mayas. Es claro que estos textos figurativos son los que el escriba les confirió mayor importancia, tanto por el tamaño que ocupan dentro de cada lámina, como por el empleo del color.

            Consideramos que tanto por el estado de conservación del códice, como por su misma naturaleza adivinatoria, no era conveniente proponer lecturas de los textos. El autor que da cuenta de la mayoría de los estudios sobre este manuscrito es el doctor Bruce Love, quien en su obra The Paris Codex  presenta el estado actual de los estudios sobre este códice.

 

OBRAS CITADAS

 

Documentos

Codex Peresianus. Manuscrito 386, Fondo Mexicano,  Departamento de Manuscritos de la División Oriental,  Biblioteca Nacional de Francia.

 

Libros

Glass, John, B., "A Census of Native Middle American Pictorial Manuscripts" en Handbook of Middle American Indians, vol. 14, ed. Robert Wauchope (editorol general), p. 81-253, Austin, University of Texas press, 1975

Enciclopedia de México, 14 vols., dir. José Rogelio Álvarez, México, SEP-Enciclopedia de México, 1988

Lee, Thomas, Los códices mayas, edición facsimilar.  México, Universidad Autónoma de Chiapas, 1985.

Kingsborough, Lord Edward King. Antigüedades de México, basadas en la recopilación de Lord Kingsborough. Pról. de Agustín Yáñez. Estudio e interpretación de José Corona Núñez, vol. I, México: Secretaría de Hacienda y Crédito Público, 1964.

Love,  Bruce, The Paris Codex.  Handbook for a Maya Priest,  introd. George E. Stuart, Austin, University of Texas Press, 1994

Sotelo Santos, Laura E., "Los dioses días parlantes: hacia un sistema de adivinación en los almanaques de los códices mayas", en Estudios de Cultura Maya, Vol XXI,  México, UNAM, 2000, p. 147 - 163.

Thompson, Maya Hieroglyphic Writing, An introduction,   Norman, University of Oklahoma Press, 1971

Thompson, Eric, Un comentario al Códice de Dresde.  Libro de jeroglifos mayas, trad. Jorge Ferreiro Santana, México, FCE, 1988

Zimmermann, Günter, "Notas para la historia de los manuscritos mayas", 1954