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INTRODUCCIÓN

FONDO MEXICANO DE LA

BIBLIOTECA NACIONAL DE FRANCIA

Documento No. 191

Papel sacado del tomo 45 de las Memorias del padre Manuel de Vega.

Documento para la historia de Nuevo México

 

Blanca Lilia Álvarez Torres

                                                                                      Armando Santiago Sánchez

 

Introducción

Un documento original es la expresión viva de los acontecimientos históricos, pues por sí mismo dice mucho más que los historiadores que los tratan y analizan. Presentar un documento original es dar herramientas a muchos especialistas para cavar y encontrar tierra fértil en su especialidad: al historiador, pero también al que no lo es, le sirve para comprender el pasado y entender el presente, proponiendo modelos económicos y políticos de acuerdo con el propio espíritu de la sociedad que analiza; le sirve al abogado para sustentar los litigios jurídicos que caen en sus manos; el lingüista da cuanta de la evolución que ha sufrido la escritura a través de los tiempos analizando documentos originales; el literato hace uso de ellos para desmarañar una idea y plasmarlo en algún soporte. Un documento original, por sencillo que parezca presenta muy diferentes líneas de investigación: cuando un historiador interpreta un documento, ya no da pie a que otras disciplinas hagan uso de él, quedándose con la verdad que el investigador ha plasmado en alguna obra. Es por esto que tiene un gran mérito el presentar documentos inéditos tal y como aparecieron en su momento, respetando la originalidad de la escritura, con sus errores, dicción y puntuación, sin interpretaciones modernas que lo único que hacen es quitarle ese valor incalculable que le será útil a otras disciplinas del conocimiento humano.

            El documento que aquí se presenta es una reproducción integra de sus partes, respetando la sintaxis, dicción y ortografía que el autor plasmó y sujetándose a reglas de escrituras definidas para ese momento:

 

 

Documento sacado de la Seria Mexican 191,  que consta de 147 páginas, volumen 75, de fecha 2 de octubre de 1898. Corresponde al tomo 45 de las “Memorias del Padre Fray Manuel de Vega correspondiente a Documentos para la Historia del Nuevo México”.

 

8 cabier in_ folio   (147 pages)

 

 

            Esta obra se compone de varias partes: de las fojas 1R a la 18V aparecen las memorias del padre Fray Manuel de Vega dividido en 49 párrafos debidamente enumerados; de las fojas 18V a la 23R se halla una carta que el padre Fray Damián Martínez ex-lector de filosofía, predicador general, y guardián de México escribió en el año de 1792, siendo ministro de la misión de Zuñi y dirigida al padre Fray Juan Agustín de Morfi; de las fojas 23R a la 46V aparece un papel con noticias acaecidas en Nuevo México y atrasos que cada día se experimentan así en lo espiritual como en lo temporal, escritas por el Padre Fray Juan Sanz de Lezaun en el año de 1760: aquí se trata del levantamiento general que tuvieron los indios de esa región, entre ellos encontramos a los teguas, apaches, queres y navajos. Toda la región de los moqui, xenos, Santa Fe y Paso del Norte, fue asolada por los indios rebeldes, donde murieron veintiún religiosos. De las fojas 47R a la 75VA se encuentra el diario de la expedición que se hizo por orden del virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa (1771-1779 ) con el fin de abrir camino por los ríos Gila y Colorado, además de crear los nuevos establecimientos de San Diego y Monterrey, que iba comandada por el Capitán Juan Bautista de Ansa y acompañado de dos religiosos: Fray Juan Díaz  y Fray Francisco Garcés.

           

            La foliación que aparece en la parte superior izquierda de cada hoja es numeración dada por los encargados de custodiar el documento, y a la vez aprovechada por nosotros para dirigir la foliación que es muy clara y exacta pues presenta el número del documento más la foja correspondiente, por lo que no nos pareció conveniente tomarla así, para no repetir foliaciones, como sería el caso de: {191-21R} y enseguida {f: 21R]; mientras que la foliación que aparece en la parte superior derecha de cada hoja es un número original del propio documento.

            Por otra parte, la foliación de los párrafos es propia del documento, y no todos los párrafos de todo el documento están foliados, por lo que se prefirió respetar los que ya lo estaban, y dejar todos los demás sin foliación.

           

            El documento que aquí se transcribe trata de los sucesos acaecidos en todos los rincones de Nuevo México y de algunos grupos sociales que se desarrollaron en las riveras de los ríos de esa región, e inclusive de algunos pueblos que llegaban hasta el mar. Se hace una relación de las misiones que se fundaron en Nuevo México, de cómo es la actividad de los indios de la región, declarando que en Nuevo México son industriosos, productores voluntarios y que de su voluntad están dispuestos a apoyar con granos las misiones que allí existen. Se hace una reflexión del mal papel que tienen los tenientes y alcaldes mayores que se aprovechan del servicio personal de los indios, trayéndolos y llevándolos como esclavos para trabajar en sus labores, al tejido o como criados domésticos sin ninguna paga, estas autoridades abusan de las mujeres de los indios.

Los orígenes de los pueblos en los estados del norte de México se encuentran desde la época prehispánica y adquieren sus características actuales con la llegada de los españoles, donde la visión social y política de los europeos va a tener una influencia muy marcada en la organización de los pueblos indios.

Para someter a los indios de las provincias internas, los españoles tuvieron que utilizar diversos grupos de indios pacíficos y conversos para apaciguar a los indios rebeldes del norte, incitándolos a fundar pueblos en las fronteras de los indios belicosos tales como la Nueva Tlaxcala. Estos pueblos de avanzada tuvieron una mayor autonomía en lo político a cambio de esta peligrosa tarea se les dio una cierta autonomía en su gobierno, además de gozar de privilegios que los pueblos del centro y sur de México no gozaron: mayor autonomía administrativa.

En toda la región del norte de México, en especial de la zona Tamaulipeca, los nombres de muchos pueblos conservan una cierta unidad: Tamaulipas, Tampico, Tamesí; Tamiagua, Tatatila,  Tamasopo, Tantoyuca, Tantima, Tancoco, Tomalin de Veracruz, y Taninul, Tamuín, Tamasunchale, Tampacan, Tampamolón y Tanquion de San Luis Potosí[1].

 

 

Según Octavio Herrera, la transición entre el nomadismo y el sedentarismo en Tamaulipas ocurrió en el horizonte Mesa del Huaje (1400-400 a.C) cuando surgen las villas en forma y se inició la elaboración de cerámica y figurillas de barro. Surgieron individuos especializados como brujos (chamanes), acróbatas o músicos, es decir, se practicaba intensamente la magia, la adoración del tótem y el culto a la tierra, el agua y el viento en sus festividades agrícolas. La aparición de la agricultura vino a cambiar radicalmente la vida de los hombres; los nómadas se asientan definitivamente alrededor de los cultivos, construyendo sus chozas muy rudimentarias, que fueron mejorando con el paso del tiempo, dando origen a las primeras aldeas, quienes a su vez dan origen a los pueblos. La producción agrícola se da principalmente en los pueblos que se formaron en el centro-sur de México, mientras que las tribus del norte siguieron practicando el nomadismo.

Desde tiempos remotos el territorio de México fue escena del desarrollo de dos culturas con marcadas diferencias: Mesoamérica y Áridoamérica; la primera se caracterizaba por ser una zona geográfica donde se desarrolló una alta cultura sedentaria dedicada a la agricultura y su organización social era claramente diferenciada; a esta cultura se le conoce comúnmente como Mesoamérica, mientras que más al norte del territorio la situación cultural era diferente, ahí coexistían infinidad de tribus guerreras con una cultura no muy bien definida, que difícilmente puede encajonarse como industriosa y aculturada, a esta zona se le conoce como Aridoamérica, materia de estudio que nos invita a estudiar el documento presentado en esta publicación.

Se conoce como Aridoamérica a la región norteña de la República Mexicana, las culturas que ahí se desarrollaron  no fueron  de las mismas características que en Mesoamérica. Al norte del río Soto la Marina se ubicaba la zona de Aridoamérica, que fue poblada por tribus nómadas y bárbaras, sin influencia cultural externa, con mas de treinta dialectos diferentes y sin una cohesión política bien definida; a estos grupos se les conoce comúnmente como “chichimecas”: entre los cuales encontramos a los janambres, aretines, comanches, apaches, olives, pames, entre otros grupos. Octavio Herrera nos dice que según las evidencias arqueológicas se distinguen tres complejos culturales en la zona tamaulipeca, “denominados Repelo (3100-1900 a.C.), Abasolo (1900-0 a.C) y Catán (900-1500 d. C.)”.[2] La cultura chichimeca tuvo pocos cambios en su evolución a través de los tiempos: se exceptúa de esta regla a la manifestación cultural que se desarrolló en ambos lados del Río Bravo hacia el año 1100 a.C. donde se caracterizó por la manufactura de ornamentos en concha finamente elaborados, que servían para comerciar y obtener con ellos jadeíta, obsidiana y cerámica, especialmente de la Huasteca; esta cultura se conoce como complejo Brownsville, vinculado a otro denominado Barril.[3] Los indígenas de Áridoamérica construyeron algunos poblados permanentes, pero sin una arquitectura  planificada  y monumental, como lo hicieron los pueblos de toda Mesoamérica, sólo levantaron grandes plataformas de tierra  para asentar sus templos y las casas de sus jefes para servir de centro comercial  o simple congregación de los miembros de la tribu. Se puede decir que la agricultura era muy incipiente debido al clima árido que caracteriza a aquella región, pues algunas de estas tribus tenían que trasladar sus aldeas cuando se agotaba el suelo de sus sementeras. Otra actividad a la que se dedicaban las mal llamadas “tribus bárbaras del norte” era la caza de animales silvestres y la recolección, los hombres pasaban buena parte del año fuera de sus aldeas para recoger frutos, raíces y algunas plantas comestibles; “Pero todos se reunían para ejecutar los ritos de la tribu en los centros ceremoniales y de esa manera reforzaban los lazos de solidaridad social, relajados y desgastados por las condiciones de su ecología.”[4]

Sahagún distingue varios grupos de chichimecas: “Los que se nombran chichimecas eran de tres géneros: los unos eran los otomíes, y los segundos eran los que se llamaban tamine, y los terceros son los que se dicen teochichimecas, y por otro nombre zacachichimecas... tamime quiere decir tirador de arco y flechas [...] Los que se llamaban teochichimecas, que quiere decir del todo bárbaros, que por otro nombre de decían zacachichimecas, que quiere decir hombres silvestres, eran los que habitaban lejos y apartados del pueblo por campos, cabañas, montes y cuevas, y no tenían casas ciertas sino que de unas partes en otras andaban vagueando, y donde les anochecía, si había cueva se quedaban allí a dormir; y tenían su señor y caudillo que los regía y gobernaba, y la caza que mataban se la daban”.[5]

Esta era la vida de los habitantes de Aridoamérica al momento de la llegada de los españoles, quienes al entrar en contacto con los prehispánicos, dieron origen a una organización social diferente y a crear una cultura que reuniría elementos tanto españoles como indígenas. El territorio de Aridoamérica apareció a los ojos de los europeos, desde el primer momento de los descubrimientos. Los españoles, con el afán de conquistar mas y más territorio y de encontrar el tan ansiado metal precioso que hacía que sus ojos se engrandecieran de asombro y codicia, se aventuraran a descubrir todos los sitios que fueran posibles en su imaginación. En el puerto de San Juan, Cortés fundó la primera villa de españoles en México, quienes la llamaron de la Villa Rica de la Veracruz. Según nos cuenta Andrés de Tapia[6], uno de los cronistas de la expedición de Hernán Cortes, que estando en Veracruz, se le presentaron varios indios mexicanos llevando algunos regalos: principalmente comida y frutas, quienes reconvinieron a Cortés, en nombre de Moctezuma, para que retornaran por donde vinieron. Hernán Cortés, al darse cuenta del descontento que existía entre los indios de aquella región por la dominación mexica, y eran obligados a pagar altos tributos, inició una labor de convencimiento, prometiendo romper la sujeción en que vivían los indios, con ello logró llevar a su causa gran número de ellos. Con el panorama despejado, Cortés emprende su viaje de conquista y se enfila rumbo a la ciudad capital de los aztecas, que se hallaba tierra adentro, sin dejar de insistir en la búsqueda de aliados que apoyaran su causa.

La caída de México Tenochtitlan marcó el inicio de la época colonial, donde los patrones de convivencia social, política y económica de los naturales cambiaron para siempre, dando origen a un mestizaje en todos los aspectos de la vida: religión, política, cultura y sociedad.

La conquista de los pueblos norteños, especialmente los asentados en la parte noroccidental de México se inició desde 1519, cuando Francisco de Garay, que era gobernador de Jamaica, organizó una expedición hacia la costa del Golfo de México, el objetivo de esta expedición, autorizada por el rey, fue para buscar el supuesto estrecho del mar del sur y colonizar una provincia conocida como Amichel. Esta expedición estuvo a cargo de Francisco Álvarez de Pineda, navegante que exploró el seno mexicano en sentido inverso a las manecillas del reloj, iniciando sus exploraciones en las costas de la Florida, para después reconocer las bocas de los ríos Bravo y de Las Palmas (hoy río Soto la Marina), continuó su recorrido descubriendo las riberas del río Pánuco, en donde instaló el primer asentamiento español en esta región: fundó la villa de Victoria Garayana  (hoy Pánuco). Este primer viaje realizado por Francisco Álvarez terminó al encontrarse con Hernán Cortés cuando éste último intenta avanzar sobre la ciudad de México. Francisco de Garay intentó gobernar esta región desde Jamaica, aunque había cierto desaliento por la presencia de Cortés y para afianzar su presencia, organizó varias expediciones: una dirigida por Diego de Camargo que tenía la intención de establecer una misión en la barra del río de Las Palmas, pero la expedición y empresa terminó en un rotundo fracaso al ser destruidos por los indios y el mal tiempo (allí murió Camargo y los que pudieron sobrevivir se refugiaron en Chila, pueblo habitado por huastecos); Garay organizó otra expedición al mando de Miguel Díaz de Aux, pero tampoco tuvo buena fortuna y acabó siendo dominado por las huestes de Cortés, quien también buscaba afianzar su poder en esa zona; otra expedición la dirigirá un tal Ramírez, el viejo, quien sale de Jamaica rumbo a la zona tamaulipeca, pero no tuvo ninguna fortuna. En 1528, Pánfilo de Narváez organizó una expedición que tendría como fin la colonización de las costas de la Florida y el Pánuco: esta empresa fue devastada por el mal tiempo, pues hizo naufragar a las embarcaciones en un abrir y cerrar de ojos, uno de los sobrevivientes fue Álvar Núñez Cabeza de Vaca quien dejó constancia de este viaje al escribir sus memorias en su celebre libro Naufragios; después de la catástrofe marina que sufrieron Narváez y Cabeza de Vaca, los sobrevivientes prosiguieron su viaje que fue a través de Texas y Sonora.

Hernán Cortés, al darse cuenta de que el gobernador de Jamaica no perdía las esperanzas de someter la zona norte del Golfo de México, se apresuró para contrarrestar esa intensión y así asegurar su dominio. En 1522 Cortés organizó una expedición que comandó él mismo para reconocer el norte de México y con ello someter a las tribus huastecas que habitaban en la costa del Golfo de México (hacia la parte sur del actual estado de Tamaulipas y norte de Veracruz): Cortés, “al frente de 120 jinetes, alguna artillería, 300 peones y miles de indios tlaxcaltecas y acolhuas”[7] se encaminó al norte teniendo un primer encuentro con el señorío de Meztitlán, derrotados éstos, los españoles siguieron avanzando hasta toparse con los huastecos de Coxcatlan donde tuvieron un enfrentamiento sangriento, victorioso Cortés siguió la expedición hasta llegar a la barra del Pánuco donde se dio a la tarea de fundar la villa que llamaron Santi-Esteban del Puerto, a orillas del río llamado Chila. Cortés reclamó la zona recorrida en esta expedición para su señorío, convirtiéndola en jurisdicción directa de la Nueva España.[8]

Mientras Cortés afianzaba su poder en el norte de la Nueva España, Francisco de Garay seguía con la firme esperanza de convertirse en el amo y señor de la zona del seno mexicano; para ello, al ver que sus marineros no tenían éxito, se embarcó personalmente hacia la barra del río de Las Palmas, donde arribó en julio de 1523, sitio en donde pretendió instalar una gobernación llamada Victoria Guarayana; al llegar a dicho sitio, la desilusión fue mayor al toparse directamente con Cortés, quien lo invitó a viajar a México, Garay acepta la invitación y acompaña al conquistador de regreso a la ciudad, donde Garay muere poco después.

Este primer periodo de contacto español-indígena se caracterizó por la violencia que ejercieron los españoles en contra de los nativos de los diferentes pueblos autóctonos de la región sometida, esta actitud provocó que los indios buscaran venganza contra los intrusos. Ante la actitud soberbia y despiadada de los soldados españoles que defendían la región, muchas tribus huastecas y bárbaras se organizaron para expulsar a los extranjeros, quienes se iban apoderando de aquella comarca. Los indios se lanzaron con furia contra los españoles y les causaron más de cuatrocientos muertos extranjeros, y más de sus aliados tlaxcaltecas y acolhuas que iban apoyando en las conquistas y dominación de los demás indios de Mesoamérica. Esta acción bélica de los huastecos y tribus bárbaras motivo a Hernán Cortés organizar nueva expedición a la región huasteca y buscar una pacificación definitiva de esta zona; para tal efecto envió a Gonzalo de Sandoval con un gran número de soldados españoles y tlaxcaltecas con el firme propósito de conquistar y someter definitivamente a los huastecos.

Pacificada la región huasteca, Cortés nombra a Nuño de Guzmán gobernador de la provincia del Pánuco, quien llegó a esta región en 1527. Nuño de Guzmán se desilusionó al no encontrar suficiente oro en la región, tampoco encontró minas de donde extraer metales preciosos, por ello se dio a la tarea de introducir gran cantidad de ganado para hacer capital, tal intento tampoco tuvo los resultados esperados, por lo tanto, buscó la forma más fácil de obtener dinero: vender a indios como esclavos. Nuño de Guzmán, al igual que los demás soldados españoles que quedaron a cargo de la zona, se caracterizó por su falta de escrúpulos con los nativos y trató de sacar provecho económico de todo lo que se les presentaba ante sus ojos, buscando afanosamente riquezas que la región no podía proporcionar en la dimensión que él y demás españoles pretendían. Los españoles, con el afán de enriquecerse en el menor tiempo posible, no les importó actuar sanguinariamente en contra de los nativos y utilizar cualquier vía que los llevara a ello; éstos, sin pretexto alguno, salían a incursionar para capturar indios y emplearlos como esclavos personales o venderlos como tales para los trabajos forzados  en la región de las Antillas. El pretexto más común que se utilizó para esclavizar a los huastecos y a los demás indios de las diversas tribus de la región, fue el de que por su rebeldía eterna, deberían ser reducidos a esclavos. 

Durante el siglo xvi la situación  de los indios de Tamaulipas fue similar a lo ya descrito: persecuciones, esclavitud y venta; pero cabe destacar que algunas tribus bárbaras situadas más al norte del territorio de la Nueva España, nunca pudieron ser sometidas firmemente por los españoles, ya que se podían guarecer en las montañas y atacar por sorpresa a los poblados o a las misiones donde se congregaban otros indios pacíficos o simplemente robaban en los pueblos de los españoles.

Otra de las prácticas que implantaron los españoles fueron las encomiendas, que desde principios de la colonia española en América jugo un papel importante en la cohesión y origen de todos los pueblos de las provincias internas. Las encomiendas, extensión grande de tierra que fue repartida a los conquistadores como pago a los servicios militares que prestaron para la conquista de las distintas zonas de América, dieron origen a algunos pueblos debido a que los españoles se organizaron para fundar pueblos y exigir reparto de tierras e indios. Para tener un mayor control de los indios fue necesario reunirlos en un solo lugar y con ello facilitar la evangelización y el cobro de tributos: algunos pueblos fueron habitados por españoles y otros por indios pacíficos, como es el caso de los pueblos que se fundaron en Tamaulipas durante el siglo xvi:

 

1.-Chachahual o Tanchachahual, fundado al norte de Tampico con indios que tributaban al encomendero Alonso Genovés.

2.-Cerca del río Tamesí, hacía 1550, se funda el poblado de Tanchuiz con indios que tributaban al encomendero Juan “el Negro”.

3.-Tanchoy  situado al norte de Tanchuiz y al sur de Tamaholipa, con indios  que estaban exentos de tributos.

4.-Tamaholipa, pueblo y misión fundado por el fraile Andrés de Olmos al congregar indios Olives, quienes tributaban ropa. En 1666 los olocnoque quemaron esta misión, para 1706 la misión tubo que ser trasladada a Tancosneque, sitió en donde no pudo sostenerse hasta 1720, momento en el que fue arrasada por los bárbaros quienes fueron obligados a mudarse a San José  y otros sitios más.

5. -Tantoyuca, quienes tributaban al encomendero Camacho.

6. -Tamu, situado a diez leguas de Pánuco fundado por el encomendero Martín de San Juan.

7. - Tantoanas, con indios que tributaban a Catalina de Herrera.

8. -Tantepelete, pueblo sujeto al Panuco que pertenecía directamente a su majestad.

9. – Tancustacan.

 

Todos los pueblos hasta aquí mencionados dependían de la alcaldía mayor de Pánuco y Tampico; y los lugares que a continuación mencionaremos pertenecían a la alcaldía mayor de la Villa de los Valles de Oxitipa:

 

1. - Tamesí, con indios que tributaban al encomendero Benito “el Negro”.

2. - Tamchumesí, con indios que tributaban al rey.

3. -Tantay o Tantoy con indios que tributaban al encomendero Antonio González.

4. - Tancaxual, con indios que pagaban tributos a su majestad.

5. -Tanzacansi o Tanzacansique, con indios que pagaban tributo a su encomendero Teodoro Griego.

6. -Tanchipa, con indios que no pagaban tributo al rey, pero sí a nueve haciendas  y a los encomenderos Antonio González y a Álvaro Rivera. Este pueblo fue destruido en 1666 por los chichimecas.

7. -Tampucho o Tampuche se fundó con indios que tributaron al encomendero Juan de Gallegos.

8. – Tansuche.

9. – Tanmapul.

10. – Tanhuanchín.

11. – Tanzale.

12. – Camalauche.

 

Debido a las constantes incursiones bélicas que realizaban tanto los españoles como los indios bárbaros, los primeros pueblos que se fundaron en el norte de México estaban a merced de su buena organización y defensa personal. Muchos de ellos fueron arrasados por tribus rebeldes que asolaban la región, otros cambiaron de nombre o de lugar, por lo que los españoles no pudieron tener un control efectivo de la zona durante el siglo xvi y xvii; se puede decir que los habitantes de aquella región estuvieron aislados y el gobierno central no pudo controlarlos efectivamente como lo hizo con los pueblos del centro y sur de la Nueva España. Fue hasta la segunda mitad del siglo xviii cuando la corona española se preocupó en poblar y pacificar definitivamente la región norteña de México. Esta iniciativa tuvo que ponerse en práctica debido a la constante amenaza de los franceses que se apoderaban de más y más territorios en el norte de América, en especial de la Luisiana; lo mismo hacían los angloamericanos que estaban poblando a pasos agigantados toda la región norteamericana, ampliando cada vez mas su dominio hacia la costa del Océano Atlántico y tratando de tener mayor influencia en el oeste hasta llegar a poblar tierras que llegaban al Océano Pacífico, las tierras del sur de las trece colonias no quedaban libres de injerencia angloamericana, al contrario, eran invadidas y se instalaban colonias de todas las nacionalidades; por lo tanto, los españoles debían tener un control más efectivo de aquella región para evitar que las naciones enemigas se apoderaran de los territorios que declaraban como suyos. Para tal efecto se realizaron exploraciones con un claro objetivo: estudiar la zona en dos vertientes, la una científica y la otra social, presentándose al final dos planes para la colonización de la zona conocida como Provincias Internas: un plan fue propuesto por Antonio Ladrón de Guevara y otro por Narciso Barquín de Montecuesta, donde se iba a proponer la urgente necesidad de poblar definitivamente territorios del norte de la Nueva España.

            Una de esas tantas exploraciones se describe en la paleografía que aquí se presenta, ésta se llevó a cabo en la segunda mitad del siglo xviii, cuando muchos pueblos de indios ya habían tenido contacto con españoles mucho tiempo atrás.

Hablar de pueblos de indios es hablar de mosaicos culturales y de grandes diferencias que hay entre ellos. Según Toribio Esquivel, se distinguen cuatro tipos de organización política de los pueblos indios que se fueron creando en la Nueva España:

Pueblos que ya existían antes de la conquista de México, con instituciones, costumbres y territorio propio, donde Carlos V ordenó, el 6 de agosto de 1555, que se respetaran sus leyes y costumbres que antiguamente tenían.

Pueblos que tenían vida civil y costumbres definidas y compatibles con la nueva cultura; pero carecían de tierra suficiente para cubrir sus necesidades.

Pueblos que tenían territorio pero no estaban reducidos a vida civil sedentaria, sino que vivían de la caza, sin lugar de residencia bien definido. A éstos se les conservaban sus tierras y se les organizaba conforme a las reglas de la vida municipal castellana, aunque conservando sus costumbres.

Pueblos nuevos de indios ya familiarizados con la cultura española, generalmente tlaxcaltecas, mexicanos u otros pacíficos que se formaban en lugares de avanzada, como medio de introducir las nuevas instituciones e ir reduciendo a los salvajes.[9]

Estas características de los pueblos de indios dieron un carácter peculiar a la forma de organización de los municipios en México, donde la forma de organización municipal europea se va a conjuntar con la forma de organización política de los indios para crear un nuevo sistema de gobierno de los pueblos: cuando el pueblo de indios tenía  menos de ochenta casas, nombraba anualmente un alcalde y un regidor, y dos alcaldes y cuatro regidores, si tenía más de ese número de casas. Estos oficiales debían de ser indios y los oficios no podían ser vendibles, sino de elección anual y en presencia del cura. La actividad de los alcaldes se circunscribía a la administración de la jurisdicción, a aprehender a los delincuentes y administrar justicia entre los vecinos, tenían que llevar a los delincuentes a los pueblos de españoles del distrito; estos alcaldes podían castigar con un día de prisión o seis u ocho azotes al indio que faltara a misa el día festivo o se embriagase e hiciere otra falta semejante, y si se emborrachaban los miembros del pueblo, las autoridades podían imponer penas mayores; pero nunca de mutilación o muerte; si los culpables eran negros o mestizos, los alcaldes podían aprehenderlos y tenerlos en la cárcel hasta que llegara el corregidor o alcalde mayor o su teniente e impartiera justicia.[10]

            De esta manera funcionaban los pueblos que aplicaban leyes españolas y convivían con españoles, pero la mayoría de los pueblos que se mencionan en el documento que aquí se presenta todavía se organizaban a la usanza indígena, donde cada pueblo gozaba de una autonomía y la forma de gobernarse era siguiendo patrones antiquísimos que se fue perfeccionando con el paso del tiempo.

 

 

Bibliografía

 

Mota y Escobar, Alonso de la

1940 Descripción geográfica de los reinos de Nueva Galicia, Nueva Vizcaya y Nuevo León, intr. de José Ramírez Cabañas, México, Ils.

 

Romero Gil, Hilarión

1861 Memoria sobre los descubrimientos que los españoles hicieron en el siglo xvi en la región occidental de este continente, en la parte a que se dio el nombre de Nueva Galicia. Reinos y cacicazgos que contenía su población, su religión, lengua, costumbres y origen, SMGE-B, 1ª época.

 

Tello, Antonio

1891 Libro segundo de la crónica miscelánea, en que se trata de la conquista espiritual y temporal de la santa provincia de Xalisco en el Nuevo Reino de la Galicia y Nueva Vizcaya y descubrimiento del Nuevo México, Guadalajara, XXIV.

Ortega, José y Baltasar, Juan Antonio

1887 Historia del Nayarit, Sonora, Sinaloa y ambas Californias que con el título de “Apostólicos afanes de la Compañía de Jesús en la América Septentrional” se publicó anónima en Barcelona, año de 1754, México, IX+564p.

 

Morfi, Juan Agustín de

1935 Viaje de indios y diario de Nuevo México, intr. de Vito Alessio Robles, 2ª ed., México.

 

Almada, Francisco R.

1940 Los apaches, 2ª ed., México.

 

Peña y Peña, Álvaro

1968 Estado de Tamaulipas, Serie Monografías de México DF.

 

Herrera Octavio

1999 Breve historia de Tamaulipas, El Colegio de México-fce, México.

Vaillany, George C.

1985 La civilización azteca, origen, grandeza y decadencia, revisión de Susana B. Vaillant, fce, México, p. 21.

 

Sagún, fray Bernardino de

1985 Historia general de las cosas de Nueva España México, Porrúa, pp. 598-599.

“Relación de Andrés de Tapia”, en Crónicas de la conquista, op. cit., pp. 27-44.

 

Esquivel Obregón, Toribio

 Apuntes para la historia del derecho en México, t. I, pról. de Julio D’Acosta y Esquivel Obregón, 2ª ed., Porrúa, México.

 

DOCUMENTOS DE APOYO:

 

“Fray Juan Miguel de Mechero, predicador de las custodias del Nuevo México, pide licencia para imprimir una carta de la V.M. María de Jesús Águeda y ofrece información de la misma. Año de 1730”, Bienes Nacionales, vol. 150, exp. 15.

“Don Antonio Ventura de Taranco pide al obispo de México eximir de subsidio a los sínodos de las misiones de Nuevo México. Año de 1791”, Bienes nacionales, vol. 607, exp. 143.

“Varios nombres y asuntos: se menciona a Francisco Martínez de Baeza, Gobernador de Nuevo México. Año de 1642”, Bienes nacionales, vol. 1175, exp. 14.

“Remisión de religiosos de la provincia del Santo Evangelio a las misiones del Nuevo México: seis dieguinos y cuatro franciscanos de la provincia de Santiago de Jalisco, para servir en los presidios de Nueva Vizcaya y Sonora. Año de 1789”, Californias, vol. 12, exp. 4, ff. 138-174.

“Proyecto del Gobernador de California, Diego de Borica, para tener comunicación con  Nuevo México: pide copia de los diarios que formaron los Padres Garcés, Domínguez y Vélez de Escalante; se anexa reconocimiento hecho por José Joaquín de Arrillaga y derrotero de los religiosos Francisco Garcés, Francisco Antonio Domínguez y Silvestre Vélez”.

“Estado de las misiones de Zacatecas, Nuevo Santander, San Luis Potosí, San Salvador de Tampico, Nueva Galicia, Nueva Vizcaya, Nueva California, Antigua California, Durango, Nuevo México, Valles, Texas, Coahuila. El Marqués de Branciforte le informa al Rey. Años de 1763-1795”, Californias, vol. 29, exp. 3, ff. 82-273.

“Se ordena a los Gobernadores de Coahuila, Nueva Vizcaya, Nuevo Reino de León, Nuevo México, Sonora y Sinaloa envíen mapas sobre el estado de las tropas, misiones y minas de la región; mapa de Nuevo México. Año de 1756-1760”, Californias, vol. 39, exp. 1, ff. 1-19bis.

“Razón de los productos y gastos que tiene la real hacienda en las provincias de California, Nueva Vizcaya, Nuevo México, Texas, Sinaloa y Sonora. Año de 1776”, Californias, vol. 39, exp. 34, ff. 372-383.

“Testimonio de Pedro de Rivera sobre el estado que guardan las misiones de Nayarit, Taraumara, Sonora, la Pimeria, Nueva Extremadura, Ostimari, Texas, Nuevo México, Nueva Filipina, Nuevo León y la Huasteca. Año de 1741”, Californias, vol. 80, expediente, ff. 216-226.

“Juicio de residencia a Don Bernardo López de Mendizábal, Gobernador que fue de las provincias de Nuevo México, también se enjuicia a sus ministros.”



[1] Peña y Peña, Álvaro, Estado de Tamaulipas. Serie Monografías  de México DF, 1968. p. 8.

 

[2] Herrera Octavio, Breve historia de Tamaulipas. El Colegio de México-fce, 1999, p. 25

[3] Loc. cit.

[4] Vaillany, George C., La civilización azteca, origen, grandeza y decadencia, revisión de Susana B. Vaillant, fce, México, 1985, p. 21.

[5] Sagún, fray Bernardino de, Historia General de las Cosas de Nueva España México, Porrúa (Sepan cuantos…, 300), 1985. pp. 598-599.

[6] Relación de Andrés de Tapia, en Crónicas de la Conquista, op. cit., pp. 27-44.

[7] Octavio Herrera, op. cit., p. 30.

[8] Ibid., p. 30.

[9] Esquivel Obregón, Toribio, Apuntes para la Historia del Derecho en México, t. I, pról. de Julio D’Acosta y Esquivel Obregón, 2ª ed., México, Porrúa, 1984, pp. 333 y 356-357.

[10] Ibid., p. 358.


 
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